El amor que soñamos

Me hubiera encantado ser tu desayuno,
esa tostada tibia que espera en tu mesa,
el café que acaricia tu garganta al alba
mientras la ciudad despierta tras la ventana.
Quise ser el abrazo que calma tus inviernos,
la bufanda tejida con risas y tiempo,
el refugio seguro cuando el mundo es hostil,
tu escondite perpetuo bajo el mismo edredón.
Imaginé mil tardes de lluvia compartida:
charcos saltados, risas, canciones a gritos,
mis botones prestados en tu frío repentino,
y dos sombras mojadas corriendo hacia el destino.
Soñé con ser el dueño de tus madrugadas,
el cómplice que cuenta tus pestañas al dormir,
el testigo silente de tus sueños al vuelo,
y la voz que te arrulla cuando el mundo es pesado.
Anhelé ser el nido de tus primeros pasos
(esos que darías junto a mí, con cuidado),
el pañuelo en tu llanto, la mano en tu miedo,
el "todo estará bien" susurrado en tu oído.
Quise aprender contigo el lenguaje del perro
que jamás adoptamos pero dibujamos,
ese que imaginamos paseando en otoño
entre hojas doradas y heladas risueñas.
Me vi mil domingos planchando tu camisa,
ordenando tus libros que siempre se rebelan,
inventando postres con tu nombre en chocolate,
y guardando secretos como tesoros frágiles.
Juraría que un día fuimos viejos juntos:
arrugas compartidas, recuerdos enlatados,
noches de té y crucigramas mal resueltos,
y esa complicidad que solo nace con los años.
Pero la vida escribe con tinta inesperada.
Nos dio un capítulo breve pero intenso,
donde aprendimos juntos a amar sin medida
y a soltar con dolor cuando el tiempo se agota.
Ahora caminaré llevando tu semilla:
esa forma de reír que me hiciste prestada,
el modo en que me enseñaste a ver las tormentas
como preludios de arcoíris en vez de catástrofes.
No fuimos el cuento de hadas que planeamos,
pero quedan ecos de nosotros en cada esquina:
en los paraguas rotos, en las tazas vacías,
en canciones que suenan tras una ventana abierta.
Te llevaré conmigo como se lleva el bosque
la huella del invierno en sus raíces hondas:
sin lágrimas, sin culpas, con agradecimiento
por el amor que alcanzamos a vivir en pedazos.
Y cuando el azar nos regale alguna estrella,
cuando la noche tiña de plata tu recuerdo,
sonreiré al pensar que fuimos dos valientes
que amaron con las alas rotas... pero volando.
—-Luis Barreda/LAB
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